Ayer vi torear a José Garrido y me dejó estupefacto. Fue en Almagro, la que fuera capital del Campo de Calatrava y belicoso reducto taurino, según recogen algunas páginas de la historia de la tauromaquia del pasado siglo. Me encantó este Garrido de la baja Extremadura, una tierra que ha parido toreros en los todavÃa recientes años 90 con vitola de figuras con una increÃble proliferación. Le tengo echado el ojo desde su triunfo en Bilbao, en las Corridas Generales del 17, creo recordar; pero por hache o por be se ha ido ralentizando su ascensión a la primera lÃnea de fuego de la torerÃa andante actual; quiero decir, donde se ven las caras los que disputan entre sà el prestigio y la cotización: “los mejoresâ€. ¿Quiénes son “los mejoresâ€? Pues, mire usted, los que quiere ver todo el mundo. Ni más, ni menos. Repase los carteles del mes que se avecina en esta exigua temporada taurina y los verá. Ahà están, en cabeza de carrera, los Morante, Roca Rey, Manzanares, El Juli, Ferrera, Urdiales, Perera, con los ya consolidados Pablo Aguado y Juan Ortega. Por detrás, los emergentes, Luque y De Justo (que están a un demarraje de colocarse a su rueda) y toda una pléyade de buenos toreros que se aprietan en compacto pelotón. Probablemente me dejaré alguno, con la rueda pinchada en la cuneta; por desvarÃo involuntario, no lo duden. Pero este José Garrido que ayer me emocionó en Almagro da la impresión de que pedalea constantemente cuesta arriba, por las plazas sin palcos, ante ganado con hierros de escaso glamour. Me parece un verdadero desatino.
Con la tarde ya en penumbra por la anochecida, José se enfrentó a un torito bravo y encastado de la ganaderÃa de Núñez de Tarifa, que es, por asà decir, el brote verde de la escisión de una parte de la de Núñez del Cuvillo, ahora en poder Francisco (Curro) Núñez Benjumea, uno de los hijos de don JoaquÃn. Fue un toro bravo y encastado, de bellas hechuras; un “zapato†que encontró su horma en la calidad suprema de este chico de Badajoz que tiene cara de torero de los años 50, de los de raya a un lado y blonda cabellera.
Garrido dio todo un curso de toreo de capa, desde los recibimientos –me gusta más que el término â€reciboâ€-- soltando la tela con una mano, a los lances a la verónica, suaves y armoniosos, para acabar con un quite con el capote a la espalda, flexionando la pierna, que fue un primor de aguante y desparpajo. La faena de muleta tuvo momentos de suprema belleza, por la quietud de las piernas del torero y la soltura con que empleó la muñeca. Series largas con la derecha, naturales impecables, remates vistosos y originales, además de los de pecho sacando los flecos de la tela por la penca del rabo del toro. Resucitó el verdadero “tres en uno†de Aparicio (padre) y exprimió hasta la última gota de bravura de un “cuvillo†de nuevo cuño. Para colmo, hundió la espada hasta los gavilanes, echando la mejilla izquierda sobre el morrillo del toro, a tal punto, que el pitón le tomó medidas con un arañazo en la barriga. Estocada de ley, en lo alto, que tiró sin puntilla al de Núñez de Tarifa.
Fue entonces cuando me interesé vivamente por el premio que recibirÃa y observé cómo el presidente se hacÃa el remolón para sacar el primer pañuelo… no fuera el demonio que le pidieran en seguida la segunda oreja, incluso el rabo. En efecto, asà ocurrió; pero este hombre debió temer una reprimenda de la conspicua afición almagreña o un tuit de censura en las redes sociales y consideró que con dos pañuelos va Garrido que chuta. Almagro, es Almagro…
Claro que lo es. Una ciudad preciosa, histórica y, entre otras muchas cosas, sede consolidada del Festival de Teatro Clásico que se celebra en su fastuoso Corral de Comedias y Museo Nacional del Arte de TalÃa; pero en la plaza de toros, la cosa funciona de otra forma. En ella se muere de verdad. Y cuando se torea de verdad, con la entrega y el sentimiento que puso este muchacho ayer en el ruedo instalado en este viejo egido manchego, el premio debe tener consonancia con la obra. Estas dos orejas las hubiera cortado José también en Madrid, Sevilla o Bilbao, pongo por caso; por tanto, debieron concederle los máximos trofeos. Sin titubeos ni zarandajas. Dos orejas hubiera sido el premio lógico en el sexto, un toro con mayores complicaciones, con el que el torero dio una dimensión de figura en plena sazón. Naturalmente, el “petardo†anterior propició que el premio esta vez se redujera.
Hablando de “petardosâ€, precisamente ayer se cumplÃan noventa y cuatro años del que dio en esta misma Plaza JoaquÃn RodrÃguez, Cagancho, en cartel con Antonio Márquez y Manuel del Pozo, Rayito. El gitano de los ojos verdes –dos uvas de moscatel—no pudo superar el canguelo que le entró ante las dificultades de los toros de Antonio Pérez Tabernero y salió escoltado por la Guardia Civil, para dormir en “la Prevenciónâ€. Tal escándalo se ha incorporado al lenguaje común con la frase “como Cagancho en Almagro†para significar un ridÃculo sin paliativos. Pues bien, ayer Cagancho se habÃa subido al palco presidencial.
“Caganchadas†al margen, lo que interesa resaltar es que José Garrido toreó en Almagro con una entrega y una calidad excepcionales; pero el frÃo contenido de la ficha de la corrida, dirá: “dos orejas y orejaâ€, y nadie ajeno al festejo sabrá que este tÃo ofreció una excepcional tarde de toros. Menos mal que los comentaristas de Castilla la Mancha Media supieron calibrar el alboroto que propició el torero. El aguerrido Garrido, estuvo sencillamente cumbre. Asà de claro. Este gallo de pelea, que pasea su triunfo por la arena almagreña en la foto de Emilio Méndez, merece que le abran un hueco entre “los mejoresâ€.
Por cierto, creo que he saludado a este torero una sola vez, en Bilbao, brevemente, en la acera de la calle Pozas, por donde se entra a un popular restaurante, cercano al hotel Ercilla. Y era de noche.
Obispo y Oro